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lunes, 11 de julio de 2011

Espantando palomas... Kum*















Un vuelo de palomas anticipaba siempre su llegada.

     Al percibirlo, él sonreía levemente y sentía un brinquito en el corazón. Luego, despacio, dejaba lo que estuviera haciendo y, simplemente, esperaba. Poco a poco se le llenaba la casa de palomas que se iban posando aquí y allá desbaratando alegremente el orden sereno que habitaba su hogar. Entonces, ella aparecía de la nada.

-Esta vez has tardado –decía él disfrazando de reproche su alegría.

-Estuve muy ocupada haciendo nada –contestaba siempre ella con una sonrisa radiante.

     Después se miraban, se oteaban en silencio, como abrazándose con la mirada, y arrullados por un ulular de palomas, se acomodaban en ese espacio irreal al que pertenecían. Él le contaba su vida sencilla y, de vez en cuando, ella reía con una risa de ángel que espantaba a las palomas. Luego, hacían el amor con palabras, con sus alientos, con sus miradas,… como aprendieron a hacer cuando supieron que jamás podrían tocarse.

     Sólo una vez le preguntó de dónde venía, si era un espectro, algún fantasma extraviado o simplemente un ser de otra dimensión. Ella cayó entonces en un prolongado silencio lleno de presagios y palabras inefables. Él no volvió a preguntar.

-Mi querido misterio leve… –solía susurrarle al oído.

     Así se la pasaban, amándose y platicando, hasta que de pronto las palomas volvían a espantarse y, volando despavoridas, desaparecían por puertas y ventanas como anunciando un adiós. Sin apenas tiempo de decir te amo, ella se evaporaba en el aire.

     A veces, días después, él todavía encontraba palomas al abrir un cajón o una alacena, y sonreía de nuevo con el corazón contento. Entonces, abría el armario de sus secretos, sacaba las alas y les pasaba el cepillito acicalándolas suavemente, con dedicación. Las alas a las que renunció hacía ya tantos años para así poder vivir la vida como un hombre.



 La afortunada que lo llevó y guarda con esmero es la bella y dulce Sara...



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